Amanece despacio la ciudad. Son las 6 de la mañana.
Me desvelo y mis ojos se abren como platos. Preparo el café, la tostada y mi zumo cotidiano y me dispongo a comenzar.
Me asomo a la ventana. La luna es Nueva y no aparece por ninguna parte.
No importa, así aguardaré con más ansia su llegada.
Por mi calle no pasa un alma, ni una ni dos ni tres.
De pronto, los primeros autobuses comienzan a rugir.
Me voy preparando ya para comenzar a rugir yo también, rugir, susurrar, comunicar...
eso es lo más necesario en estos tiempos.
En mi retina, se mezclan imágenes de apenas 8 horas antes:
señoras de más de 80 buscando en los cubos de basura, con dignidad
y el pelo recogido y una concentración absorta
me detengo un momento y pienso en escribir algo sobre ella.
Mientras me lavo los dientes, pienso en ellas y se me ocurren palabras para hilar un texto.
Corro hacia mi cuaderno y plasmo tres palabras:
lucha, dignidad, valentía.
Con estas tres y con otras más que llegarán, comienzo mi nuevo día.
Como regalo que es, agradezco estar aquí y ahora.
Y poder dejarme llevar por todos estos momentos mágicos que solo yo experimento.
Regalito chambaero para terminar esta semana laboral...
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