Supongo que hacía frío, un febrero de hace 74 años.
Supongo que el hielo de la prisión calaría sus huesos y
que la enfermedad se abrió paso segura de su triunfo hacia la muerte.
Lo imagino agonizando y con un cuaderno en la mano,
como todo buen poeta.
como todo buen poeta.
Menudo poeta, que cuidaba de las cabras allá en su pueblo alicantino.
Y lo valiente que fue,
que osado al venir a Madrid
y labrarse un porvenir en la capital de la intelectualidad.
Menudo valiente, menudo poeta.
Que duro debió ser escuchar lo que le parecían sus poemas
a quienes se ofrecían a leerlos.
Miguel cayó en mis manos cuando tenía seis años, mis primeros versos.
Junto a Machado y a Lorca.
Claro que fueron mis primeras letras leídas,
no entendía nada pero comprendí que me llegaba al corazón...
y cuando yo empecé a escribir,
allí estaban mis tres musos acompañándome.
En fin, ojalá y no hubieran muerto.
Hoy tendríamos más libros suyos, tan sentidos y emotivos.
Tan duros y reales, tanto como la vida misma.
Y con Lorca ocurrió igual, asesinado por homosexual.
Tampoco han cambiado tanto las cosas.
Ahora nos llamamos civilizados y damos palizas a chicos-as trans.
Desde aquí mi homenaje a todos los poetas
que nos inspiran a seguir peleando la vida,
por muy duro que parezca.
Con todo lo que nos han inspirado.
Con todo lo que nos inspirarán.
Descanse en paz.
"Viento sobre viento,
cuerpo sobre cuerpo,
tierra sobre tierra".
Estos tres versos inspiraron uno de mis poemas
más hondos y terapéuticos,
Tierra sobre tierra. Gracias Miguel.
Os enlazo a Miguel en la voz de otro poeta, Serrat.
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