jueves, 18 de diciembre de 2014

LA PLAZA DEL DIAMANTE


Hace más de un mes tuve la gran y única suerte de ver a alguien a quien he admirado siempre interpretar el papel de una mujer sola en un escenario.

Pocas veces he presenciado la misma situación: una actriz o un actor solo ante el público. He visto a Natalia Millán en Cinco Horas con Mario, sola ante Madrid. He visto a El Brujo, solo ante Madrid en más de una ocasión. 
Pero Lolita Flores...esperaba sentir y emocionarme aunque nunca pude imaginar que iba a traspasar mi alma de semejante modo. 
Quizá conectar con el papel que interpretamos nos hace ser únicos en el escenario. 
En ocasiones, me he visto en esa situación; hace años tuve la gran suerte de vivir la escena y después he tratado de continuar por ese camino que abrí un día. 
Cuando conectas con el texto y con el personaje, con los y las protagonistas de la historia que intentas narrar...sucede algo poderoso y mágico dentro tuya. 
Es como si ya no fueras tú, como si las personas y personajes que llevan escritos tantos años o pocos...quisieran quitarte toda tu luz para transformarla en la suya. 
Como si de pronto, revivieras en tu piel todo lo que la historia quiere contar. 
Cuando actuamos, no somos nosotr@s...por eso la gente que nos quiere y conoce nuestra piel, llora, se emociona, se sorprende...
la piel es la misma, solo que con diferentes capas y texturas. 
Recuerdo un momento de La Plaza del Diamante en el que ella se pone en pie y relata una visión que tiene (creo que es la misma que aparece en el video)...
yo también vi a esos ángeles que le decían, corre Culumeta...¡¡. 
Yo también sentí ese grito hacia dentro, sentí su dolor, su dulzura, sus pasos y sus decisiones...
hasta el dolor en el cuerpo tras más de una hora sentada en el banco viejo que sirvió de escenario. 
Sentí que su historia calaba los poros y atravesaba el alma a todas las personas que, 
como yo, llevadas por la pasión del teatro, estaban allí con los canales de la emoción abiertos para sentirla, acogerla, quererla, cuidarla...
y la energía iba fluyendo del patio de butacas al escenario y viceversa...
y la respiración suya y la nuestra iba acompasada...y las lágrimas suyas fluían con las nuestras. 
Y sé que nadie se quedó indiferente, más de 2 veces salió a saludar y a entregarnos de nuevo su enorme generosidad, el público en pie y los aplausos y las lágrimas inundando todo. 
Que emoción tan enorme debió vivir, seguro que le llegó toda nuestra energía... 
Agradezco a la vida esta oportunidad de sentir este texto, ahora tengo pendiente leerlo. 
Algo nació en mí a partir de ese día, la idea de que "si se puede" llevar a cabo una puesta en escena en monólogo, ya lo hice en el solsticio de verano de 2013. 
Quizá esta obra, Lolita, me sirva a mí para creer en esta faceta interpretativa que me nace del corazón y del alma. 
Gracias. 
Enlace al vídeo de la obra...

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