De repente, una congoja inexplicable le sobrevino inundando todo su cuerpo. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro y un llanto inaudito hasta entonces la salpicó la piel. Sus ojos emanaban esas emociones y el aire no quería ya viajar como lo hacía hasta ahora (haciendo un juego de sombras entre su cuerpo y el exterior). Sin saber muy bien cómo...logró acompasar aquel desasosiego y tomando el mando de su tristeza, quíso sentirla y hasta disfrutarla. Sintió que todo había sucedido de modo armonioso y que quizá hubiese sido necesario. Necesario para darse cuenta y ser consciente de que tras un acontecimiento grave e impactante, el cuerpo ha de expresarse. Tarde lo hace en ocasiones. Sin embargo, lo positivo es volver al sosiego desde el desorden y el caos. Siempre, tras la tormenta, el cuerpo regresa a la calma.
(Texto recién parido, desconozco el motivo: quizá tenía algo que expresar con esta historia en 3º persona..
o que me voy aficionando a las microhistorias).
La foto, desde el mirador de San Nicolás, frente a la majestuosa Alhambra de Granada.
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