No era más que poder fluir con la vida, como cuando el sol se oculta entre los mares y duerme durante la noche, dejando brillar a la luna con todo su esplendor.
Crecer, no podía ser de otra manera.
Sin más, aprendió a volar. Sentía sus alas fuertes y poderosas dandole energia a su cuerpo y a su alma para poder elevar alturas y surcar todos los aires posibles.
Crecía y crecía. Sin darse cuenta de que su único destino, aquel que el Universo había reservado para él era sencillamente este: VOLAR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario