martes, 7 de abril de 2020

EL DÍA EN QUE PERDIMOS LA CORDURA (II)


Sucedió de sopetón.
Como un golpe de brisa.
Como un huracan. 
Como pasa en los cuentos. Poco a poco aquella población, 
aquel pequeño país
en mitad del planeta
que siempre se creyó invencible 
frente a los problemas ajenos y que, en ocasiones despreció a otros que ya lo habían sufrido... 
Porque aquello que había ocurrido a cientos de miles de kilómetros 
no podía sucederles a ell@s también y por eso comenzaron a culparles de su expansión... y despreciaron a la minoría procedente del país de la pandemia, que llevaba años
habitando pacificamente
en aquella comunidad. ..
surgió el clasismo y la xenofobia.
Y antes de que la peste llegara a nuestro pequeño país, ya se habían encargado de malhablar sobre un país cercano que ya lo estaba sufriendo
( desorden y caos fueron los sustantivos)
Pero llegó.
Y no hubo modo de controlarlo.


Faltaba aún una semana para que la primavera floreciera
y fueron obligad@s
a quedarse en sus casas.
(Quienes la tuvieran claro, ese es otro capítulo...)
En un principio, jugaron al despiste y sin miedo,
buscaban la manera de salir a la calle con cualquier escusa
(se les caía la casa encima... tal vez estaban demasiado acostumbrad@s a estar fuera y a no mirar adentro)..
Y bajaban a la calle con el perro como excusa y a comprar alimentos que quizá no necesitaban.
El caso era salir.


Y sucedió que, al principio, sólo perdían la vida aquell@s que habían vivido la guerra y el hambre de una postguerra... Quienes nacieron entre carencias perdían la vida sol@s y sin despedidas...
Y sucedió que empezaron a perder a gente cercana, ya no eran octogenari@s..eran personas jóvenes e incluso niñ@s y empezó a dolerles
en su piel...

Y la piel empezó a temblar y mucho.
Y aparecieron las pesadillas y el miedo lo cubrió todo
con su manto tenebroso.


Y pasaron así, recluid@s más tiempo y tuvieron que convivir
y conocerse más a sí mismos y tuvieron que encarar sus miedos y aprendieron a ser valientes y salieron cada tarde a aplaudir a sus ventanas a l@s verdaderos valientes de esta historia que parecía de ficción...

Y las vueltas que da la vida...
Se habian olvidado, es más,
ni siquiera se habían parado nunca a pensar lo importante que es la sanidad e invertir en investigación,
lo necesaria que es la ciencia
y que un país esté abastecido y que cubra sus necesidades básicas.

Y tuvieron que rectificar y empezar a tomarse en serio estar en casa y cuidar a quienes nos cuidan
para no seguir contagiandonos.

Y llegó la primavera y
la primera luna llena de la linda estación
apareció entre nublados, porque nubosos y tristes eran aquellos días...

Y aprendieron a ver cómo el planeta iba recuperando su ritmo y cómo la contaminación disminuyó y los animales se atrevían a ocupar las ciudades...


Y hubo quien culpo y pasó el tiempo culpando a los demás,
ocupados en bloquear y
no en facilitar la vida.




Y poco a poco la empatia iba ocupando espacios inimaginados, inimaginables...

Y lentamente el miedo
fue conviviendo y
abrazando con mesura a la ternura que poco a poco iban descubriendo...


Yo vengo a ofrecer mi corazón. Mercedes Sosa. 

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