Vaivén de duelos infinitos.
Despedidas sin abrazos
y lágrimas compartidas.
Ausencias eternas
que jamás sabremos encajar.
Duelos de vida,
de silencios eternos,
surcando un mar continuo
de tristezas calladas.
Pero habrá que reponerse,
aprender de lo vivido,
de lo que hemos perdido
y de lo que hemos de cambiar
para volver a caminar.
Caminar valorando
a quienes tenemos cerca,
a quienes demostraron
estar a la altura
de estos abrazos
que no estamos dando.
Y agradecer el que mutuamente
nos hayamos preocupado
creyendo que el apoyo mutuo
era el motor de este cambio.
Y volveremos a las calles
para tomarnos del brazo
y sabremos que las crisis
nos hacen siempre más human@s.
Volverá la primavera
en otro tiempo y estado
y será dichoso
hasta lo que nos hacía daño.
Porque este vaivén de duelos
que estamos viviendo y llorando
no dejará a nadie indiferente
y en cada quien
habrá de dejar un rastro.
Un destello de luz más claro
que haga que valoremos la vida,
que no miremos a otro lado
cuando desde lugares lejanos
nos hablen de guerras, epidemias,
muertes y naufragios.
Ojalá sea cierto
que seremos menos egoístas,
menos mal@s,
más solidari@s y empatic@s.
Porque
El día que perdimos la cordura
no habrá sido en vano,
si permitimos a la empatia
caminar a nuestro lado.
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