Vamos abriéndola despacio,
sin miedo.
Dejando el temblor que produce la sorpresa
fuera del alma.
Descubrimos su fondo,
su contenido,
su mundo interno.
Y la colgamos en nuestras espaldas,
ahora ya vacía de todo lo superfluo
para ponerla al servicio de los pasos que vayamos a andar.
Y andamos con seguridad,
sin pesos sobrepuestos,
sin miedos infundados
y dolores extremos.
Sin negativas energias
y con el alma abierta
a nuestro camino,
a lo que nuestro andar nos vaya disponiendo.
Abierta el alma,
abierto el cuerpo,
abiert@s.
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