Observar a la gente,
en metro. En silencio.
Mientras un hombre canta sus penas
a la guitarra
y rompe el silencio absorto
del ruido incansable del vagón.
Y mientras él cuenta su dolor,
la gente sigue en su runrun cotidiano
sin dar lugar a escucharlo.
Después,
él sube el tono para que se le escuche...
y por inercia el vagón crece en ruido y soledad
impotente.
Ese silencio
que rompe lo cotidiano
se me ha colado hoy dentro
y me ha hecho lanzar este pequeño texto.
Sin duda alguna cuántas historias que contar,
cuántas dudas por hallar
y cuánto dolor que no sentimos.
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