Un año más, un noviembre más.
Fue siempre un mes nostálgico, casí romántico diría yo.
La caída de las hojas, el otoño, la noche llegando rápida al caer el sol...
como un manto negro cubriendo todo atisbo de luz.
El mes de la lucha contra la violencia de género.
Esta lacra que desde que el mundo es mundo gobierna el planeta.
Aún recuerdo aquella marcha del 7 NOVIEMBRE en el 2015.
Caminabamos juntas, el sol lucía y Madrid se llenó de pancartas, lemas
y canticos reinvindicando ese VIVAS NOS QUEREMOS
que muchas hemos hecho nuestro.
Pienso en todas las que no están.
Pienso en Ana Orantes y cómo su muerte y testimonio abrió camino;
en las niñas de Alcasser cuyo caso ahora está apareciendo de nuevo
en los medios de comunicación y en Rocío la chica de Mijas; en Diana Quer;
en las niñas canarias que su padre se llevó
y cuyo cadaver y el de la más pequeña no apareció aún;
en aquella mujer de Avilés que se apellidaba Amores
y que fue asesinada por su esposo, repostero y pastelero;
en Juana Rivas y su lucha para que sus hijos no estén con un hombre violento...
Y pienso en todas nosotras:
en las muertas y en las vivas,
en los micromachismos que vivimos a diario
y en el sufrimiento y la muerte de las que ya no están.
Y pienso en que, antes que nada,
TODAS deberíamos tratar de hacer un frente común
de cara al logro de nuestros derechos:
a caminar tranquilas y sin miedo por la calle,
a estar protegidas si sufrimos maltrato, agresión sexual o violencía de cualquier tipo,
a disfrutar de nuestros cuerpos cómo, cuándo y con quién queramos,
a no sufrir sexting en las redes o acoso en las mismas por ser feministas,
a ser libres, a ser felices, a querer y a ser queridas,
al buen trato por encima de todo.
VIVAS NOS QUEREMOS, NI UNA MENOS.
Por hoy,
nada más,
nada menos.
Que viva la lucha de las MUJERES