lunes, 15 de julio de 2019

UN DOMINGO MIENTRAS LA CIUDAD DUERME...

Son las 8.30 de  la mañana.
Mejor no preguntar a donde voy ni de donde vengo.
Mejor nos reservamos esa información.
Madrid se despierta, despacito y con mimo.
 Suenan hierros y sonajas en la Ribera de Curtidores
camino de Cascorro,
conversaciones entre tenderos y tenderas sobre la hora del almuerzo
y si Madrid Central es o no útil.
Se huelen ya los churros en el bar de la esquina de Cascorro
con Duque de Alba.
Una mujer, envuelta en luto y rasgos morenos,
quizá gitana, coloca abanicos uno a uno en su puesto,
bien resuelta y esmerándose en cada color, en cada dibujo...
por orden niña, le dice a la nieta que hoy se levantó temprano para ayudar a su abuela.
Otra mujer mayor, pelo blanco y recogido en un moño, cuelga sus acuarelas
en la Calle San Cayetano y el Santo, que vive en Embajadores,
guía sus pasos hasta la esquina de la Ribera,
allí despliega sus encantos en forma de bailaoras de flamenco,
paisajes estrellados y lunas de las Mil y una noches...
le pregunto el precio y me dice que vuelva más tarde, que aún está colocando;
me enamoré de la viejita, tan delicada, mostrando al mundo su arte,
uno a uno vistió de color el grafiti pintado del supermercado la Plaza,
y le tapa la cara al carnicero que sonríe a sus clientes. 
 Al lado, un poco más arriba, marcos y óleos se besan
y se relacionan buscando un camino para que alguien los lleve a casa
y lucir allí empoderados y dichosos.
Subo la cuesta. Ya están montando el de las telas marroquíes
y sandalias morunas
y el olor a cuero todo lo inunda.
En el chaflán de Cascorro, ensayan los músicos de música zíngara con
chelos, violines y trompetas...
me detengo a mirarlos y pregunto a qué hora es la función...
en cuanto nos rodee más gente, me responden.
Y llego al de las camisetas de colores,
llenas de imágenes de Frida y de lucha feminista,
justo delante del Espacio de Encuentro Feminista que seguro
el nuevo gobierno querrá cerrar pronto, cerca de la calle Amazonas.
Pasando la estatua de Cascorro,
un mimo ensaya su número y los puestos de ropa usada
de dos prendas a 5,
ya tienen clientela que busca la ganga y sonríe al lograrla.
Me regalo un desayuno, en el bar del olor a churros,
regalan un zumo y la tostada sabe a gloria y multicereales.
Sentada en la terraza, observo la escena de la Cámara antigua,
vintage total, que hasta parece que viajas a otra época con el atrezzo incluido.
 
Y enfrente, fluyendo con la gente, el olor a pan recién hecho
(que sale rápido y generoso, como en la Tía Chila de Mastretta,
ese cuento de mujeres que tanto y tanto he contado...).
Poco más allá, ya en calle San Millán una pareja gitana vende flores a granel,
mientras los turistas salen perdid@s del Metro de La latina.
El Rastro, cuantos objetos, cuantos acontecimientos
y recuerdos me está evocando este paseo.
Mi niñez e infancia, mi juventud y ya mi adultez las he vivido junto a él y a sus saberes.
Sus olores, sus colores, sus sensaciones y sus gentes.
 
Son las 10 de la mañana. Ahora voy cuesta abajo y sin frenar,
recorro caminando todos los puestos a ambos lados,
 me quedo con el colorido y con mi piel,
con las pieles de las gentes que cada domingo,
amanece más temprano que nadie,
para montar este chambao prodigioso al mundo
que aún hoy arrastra a más y más turistas.
La próxima crónica a mediodía, tomando cañas y vinos
en la calle Carnero, por ejemplo.
Qué bonita la vida ¡¡¡¡

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