viernes, 29 de enero de 2016

APELLIDARSE AMORES

Se apellidaba Amores. 
La victima se llama Asunción, Asunción Amores. 
Qué fatalidad, apellidarse Amores y morir asesinada, posiblemente cuando su pareja declare, que no la asesinó, que le hizo daño porque la amaba.
Qué fatalidad tener en casa al verdugo que te hacía pasteles y dulces 
para desayunar embelesándote con azúcar 
y que en la madrugada de una noche fría con la  luna llena poderosa y brillante 
sobre el pueblo de Avilés, te quiera hacer tanto daño que grites aterrorizada 
"Esto no me lo hagas, esto no me lo hagas", 
cuando él tiene en las manos una llave inglesa para abrirte la cabeza....
Que contrariedad, que horror para el alma morir así: sin comprender, sin entender. 
Quizá ese fue el único grito de terror y el único NO que Asunción le gritó a su pareja. 
Quizá todos estos años de "feliz pareja perfecta" que paseaba de la mano, 
que se querían con locura
 ("El amor es ciego y la locura lo acompaña", dice un cuento popular latinoamericano...), 
que mostraban su amor a los cuatro vientos, 
que probablemente en una fecha tan absurda y comercial como San Valentín, 
se hincharían a vender pasteles horteras con forma de corazón y angelitos de chocolate
 para degustar en momentos de pasión...
Que fatalidad apellidarse Amores. 
Que dolor tan grande esta realidad sumisa y silenciosa, silenciada y contradictoria 
que marca a palos, a gritos, a insultos, a violaciones, a faltas de respeto y ninguneos...
a decenas, cientos, miles y -me atrevo a afirmar- millones de mujeres 
(aquí y en cualquier parte del mundo). 
Que horror tan grande sentiría Asunción cuando en televisión 
todas las cadenas públicas y locales mostraron como el 7 Noviembre 
salieron a la calle miles de personas a decir Basta de Terrorismo machista. 
Probablemente ella no pudo compartir con nadie lo que le estaba sucediendo. 
Probablemente no se atrevía a contarlo. 
Probablemente nadie la creería, "ese hombre tan bueno no es capaz de matar a una mosca". 
A una mosca no, a una mujer sí.
¿Dónde está el límite, dónde la barrera para que los golpes cotidianos 
se conviertan en un golpe seco y definitivo? 
"La maté porque era mía, para mí o para ninguno"...
estas frases las escuchan las mujeres que sufren violencia cada día, cada instante. 
Y disfrazan su realidad de perfectas "mujeres de su casa" -como se decía antes-, 
de empleadas de banca u oficina, 
de mujeres que van a comprar al mercado y compran lo mejor de lo mejor para los suyos, 
o de las que ni siquiera tienen posibilidad de desarrollarse como personas 
porque sus maridos decidieron por ellas que su sitio era el hogar. 
Qué fatalidad tan inmensa, apellidarte Amores 
y que te asesine a golpes y sin corazón
 la persona a la que, posiblemente, más ames 
o te hayas acostumbrado a amar porque 
"los príncipes azules si existen y el amor romántico es maravilloso...."
 tanto tanto tanto, que a veces matan. 

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