Tiempo de cambios, de sueños por alcanzar, de paradas que realizar, de echar gasolina al auto para que no me deje tirada, de mantener los ojos bien abiertos,
con el alma entera-desnuda-en pie abierta al fluir de los aires que soplen mis velas
en este mar revuelto que soy a veces.
Tiempo para el descanso, para la luz,
para removerme por dentro como arcilla en manos del alfarero de Ceará.
Tiempo de barbecho, para reposar la tierra en las manos, en los pies, en el cuerpo,
en mi centro lleno de universo.
Tiempo para creer que sí se puede, que por mucho que nos quieran arrancar la ilusión
y las ganas de pelear la vida,
los cambios aunque sean lentos, merecen la pena y ha sido grato iniciar el viaje.
Porque lo importante no es la meta, sino el paisaje.
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