viernes, 25 de febrero de 2022

MIRAR SIN VER...VERÓNICA FORQUÉ.

 
 
La primera vez que ví a Veronica en MasterChef tuve una sensación extraña: por un lado, sentí ternura al ver a aquella Pepa de la serie que nos acompañó de adolescentes, tan dulce y amorosa... por otro lado,  rara de "esta persona no está bien". Aunque también pensé que podía ser algo parecido al ser actriz-actor al que estamos acostumbrad@s en un programa de TV como éste, tipo Mario Vaquerizo-Anabel Alonso...muy desde el humor. 

Me preocupé cuando empecé a leer sobre "la mala leche de Verónica o que estaba como una cabra"

Fue curioso, cuando dije "no está bien", pensé en esa normalidad de la que tanto alardeamos: estamos centrados, no decimos sandeces, somos cordiales, educad@s, no decimos palabras malsonantes y sonreimos como en una Gala de Los Goya.

Pero no, esto era otra cosa. 

Poco a poco, quise ver algún otro programa de MasterChef y ví además, que a veces, la trataban como a una persona ida-trastornada...era algo ya común en todos los concursantes. Y eso ya me pareció surrealista. 

Entonces empecé a leer sobre ella: padecía depresión y tal vez, el programa podría ayudarla a mejorar. Pero no...aquello iba de mal en peor hasta que ella misma decidió abandonar el programa. Hasta entonces, durante el programa, mucha burla y poca empatía. 

Y al tiempo, el desenlace: un suicidio, tal cual. Ni más ni menos. 

Este hecho reabrió el debate sobre el estigma de la enfermedad mental y el miedo que nos da. 

En mi trabajo cotidiano, tengo oportunidad de conocer a grandes personas, maravillosas, que sufren algún tipo de enfermerdad mental. Puedo asegurar que la lucha cotidiana, a veces, es por hacerse entender y cuesta, ya lo creo que cuesta. 

La depresión mayor existe. Las obsesiones existen. Las alucinaciones existen. Es muy duro ver cómo la gente lucha por mejorar y cómo la sociedad, nuestra sociedad, sigue juzgando y castigando a todo aquel - aquella que sea distinto.

Hace ya once años, trabajé en un Equipo de Apoyo socioComunitario. Fue un regalo acompañar a cada una de aquellas personas en su día a día, y darme la oportunidad de EMPATIZAR con su dolor, con su estar y su ser en este mundo. Y aprendí que a tod@s nos puede pasar, que es fundamental tener un entorno que te comprenda y te arrope y te empodere a la vez. aprendí que vale la pena dejar atrás los prejuicios y VER  a la persona en su conjunto, desde su globalidad: como cuando trabajamos con adict@s (darle la vuelta a sus habilidades en el consumo y trapicheo, por ejemplo, y ponerlas en valor a la hora de afrontar la vida). 

La salud mental importa y mucho. Mientras la TV siga estigmatizando, flaco favor le hacemos a quienes la sufren. 

Entre tanto, la vida sigue, en lucha para tantos y tantas....no cabrían los nombres, no habría papel siquiera para NARRAR sus historias de vida. 

Para ell@s, por ell@s, con ell@s.

 
 

 
(En agradecimiento, con cariño y respeto me llegó esta Libélula, 

gracias por el buen trato a tí también)